Lo más probable es que me digas que soy un hijo de puta, y lo soy. Aunque tambien lo has sido conmigo. Pero ten en cuenta que son las circunstancias C, no somos nosotros. Son las circunstancias que nos llevaron a hacer lo que hicimos. Claro que no te dire esto ahora, quizá más adelante cuando ya no me importes ni yo te importe, al menos no de esta manera en que los dos estámos llorando como adolescentes. Yo lloro como adolescente porque a pesar de mis 30 años, tengo 15 emocionalmente. Tú fuiste la primera persona que me rompió el corazón y ahora es mi turno. Y tenemos esta plática. Al menos creo que yo tuve más agallas y te lo hice saber frente a frente y no por un mensaje de texto como hace un año que me escribiste ‘Mi ex ha estado mandando mensajes y quiere intentar regresar conmigo. Y creo que quiero hacerlo’.  Triple hijo de puta, pensé. Pero no lo eras realmente porque yo no fui completamente honesto contigo. Cuando me preguntabas que era lo que me pasaba porque me veías con la mirada perdida y el ceño fruncido, yo nunca te dije que sufría por mi madre que caía más y más en una depresión psicótica y mi padre que huía y la dejaba sola mientras a mi no me quedaba mas que consolarla a distancia. Y tú solo querías conocerme y consolarme. No fuiste realmente un triple hijo de puta porque mientras estuvimos juntos esos primeros meses yo me acosté con otros. Pero era solo sexo. No te lo dije en ese primer rompimiento, aunque pensé en hacerlo por venganza, y no te lo diré ahora porque no entenderías. Para ti el sexo es la parte encarnada de una relación. No puedes entender el sexo fuera de un contexto de una relacion, por muy malo que sea el sexo, por muy mala que sea la relación. Ese ha sido nuestro problema numero 1: El sexo. C, simplemente no nos entendemos en ese sentido. Nuestro sexo es aburrido y aletargado. Nuestros orgasmos juntos son como para echarse a llorar.

No recuerdo si fueron tan sólo unos meses después o tal vez hasta un año de haberlo visto por última vez que me disponía a dejar la ciudad. Nunca me hice de mucho durante todo este tiempo. Siempre me pensé un cuidadano pasajero del lugar. Mis pertenencias cabían en exactamente dos maletas. Todos los muebles de mi cuarto donde David y yo hacíamos el amor o teníamos sexo, depende en que momento cuente la historia, eran del arrendador.

Para ser honesto, David era ahora tan sólo parte de toda la marcha de personas que se habían cruzado en mi vida estos tres años y que transitaban en fila por mi mente ahora que me mudaba. Su turno llegó mientras cerraba los cierres de las maletas y de reojo ví que el cuadro del bote solitario en medio de un río en blanco y negro aún estaba ahí. Después de cada visita de David  me quedaba haciendo la cama otra vez antes de regresar al trabajo, entonces veía el cuadro por unos segundos  y me sentía un poco solo. No era una soledad atribuida a la tristeza del sexo casual sino mas bien la de aquel que acaba de acostarse con la persona que quiere  y se resigna a aceptar lo inevitable a solas, a tomar un poco de aire y decir ‘vaya que estoy jodido, porque estar contigo me hace feliz’. Es la soledad del que se enamora de un hombre con pareja.

Un año despues creo ver a David bajo una luz mas clara. Un año después de la última vez que le ví desnudo me dispongo a mudarme una vez más y dejar esta ciudad, esta ciudad donde paso tanto. Esta ciudad representa los tres mejores años de mi vida. No los mejores porque todo haya sido bueno, sino porque creo que he madurado. Es complicado explicar este tipo de madurez, pero mis experiencias durante este tiempo definen el hombre adulto en el que me estoy convirtiendo. Aquí fue cuando tuve mas amigos, cuando conocí más del mundo, cuando tuve las peores decepciones profesionales, cuando más me divertí, deprimí  y cuando mas evité a mi familia. Ahora veo que David no representa una relacion fallida sino que me hace ver lo putamente inseguro que soy y que a mis casi treinta años será difícil superar. Estaba yo ahí aún ilusionado en ese departamento vacío porque al pensar en David, nada era recuerdo, todo era pregunta ¿Se acostaría David conmigo ahora que traigo unos kilos más?, ¿ Cómo es que se llama su pareja? porque él nunca me lo quiso decir. ¿Alguna vez piensas en mí David cuando estás sentado en el bote solitario en medio del río en blanco y negro? David, como una ilusión del pasado, me hace ver que he dejado que mi sexualidad sea gran parte de lo que me define como hombre y me temo que seguirá siéndolo por un tiempo más.

Me siento en el sillón del departamento con las maletas listas. Esperando a mis amigos que me llevarán al aeropuerto donde un vuelo a Philadelphia me espera. Tendré un nudo en la garganta porque siempre me ha sido difícil controlar la mezcla de emociones típicas de aquel que se marcha para no volver. Del que viaja para hacer y ser en diferente lugar, con diferentes personas. Creo que tendré un universo paralelo en la nueva ciudad. Pasaré por exactamente las mismas situaciones con versiones nuevas de las personas que conocí aquí. El timbre suena y tomo mi equipaje. Tengo miedo y algo de ansiedad, pero mis amigos estan aquí y trato de sonreír. Por momentos soy optimista y pienso que cuando me llegue el turno de conocer al siguiente David, el me dira ‘vaya que estoy jodido, porque estar contigo me hace feliz’. Entonces sonrio.

Nunca conocí a David fuera de mi cuarto. Entonces, era suficiente. Estaba acostado sobre él, mi cabeza en su pecho. Me decía algo sobre juntas, cortes y abogados. Siempre que estaba por irse comenzaba a hablar de lo que tenía que hacer esa tarde. Su pecho moviéndose arriba y abajo con su respiración, yo contaba sus vellos. Muy débil o acaso porque trataba de ignorarlos, oía sus latidos. Cuando uno empieza a contar los latidos del otro, es señal de que las cosas no terminarán bien.

En la pared al lado de la ventana, está el cuadro en blanco y negro de un bote en medio de un río solitario. Un rayo de luz pasa a un lado del bote iluminando el fondo del río. El instante se ha ido. El reflejo de un coche que ha pasado, pensé. Es apenas ahora que noto que nadie está en el bote.

– ¡Ahí está!, -¿Qué?, -Siempre que te hablo terminas por desviar la mirada. No respondí. No es propio de quien sólo tiene sexo casual de decirle a este abogado que podré estar desnudo con él, pero que no puedo verlo a los ojos por aquello de sentirme vulnerable. -Te reto a verme a los ojos por más de 5 segundos. Lo miré a los ojos. Entendió que hice lo que me pidió que no hiciera. Entendió aquello de sentirme vulnerable porque lo quiero. – Son veinte años. Eso es lo que tú no entiendes. No podrías ahora, pero espero que algún día comprendas y no hagas lo que yo. Esto. Es ahora él quien ve al cuadro. Piensa, se siente culpable. Y tenemos sexo. A pesar de todo no queremos sentirnos así, culpables. Te das cuenta David? siempre es el tiempo. Es el tiempo quien nos detiene. Tus veinte años con alguien más, las dos horas que podemos estar juntos, el medio segundo del reflejo de luz en el bote triste, los quince años de diferencia.

David toma su saco y checa sus bolsillos para no olvidar nada. Me da un beso de despedida que se siente extraño. Es la sensación tibia y cómoda que cuando se articula es un «justo aquí y ahora, te quiero» pero que sabes que no puedes tener porque es malo tenerla. Entonces los dos nos preocupamos, él más que yo. Algunas veces, cosas como estas pasan. Cerré la puerta, giré el seguro. Mientras en mi cuarto las sábanas revueltas y el bote en el río.

Acaso me estaré convirtiendo en aquel amigo gay que todos tenemos, el amigo de todos, el novio de ninguno. El de atractivo neutro, el que nadie pensaría en una cita con él, pero si a todas las cenas o fiestas?

Le mandé un mensaje y nunca respondió. Eso sólo podía significar una cosa, David estaba dando por terminada la relación. Mi celular en la mano, decidiendo sí debía mandar otro mensaje o no. – OK, esperaré 2 horas, y trataré una última vez.

Seré honesto, conocí a David en un ‘sex site’, específicamente quedamos en tener sexo oral, faje, contacto corporal. En el verano pasado, tocó a mi puerta de madrugada, él en sus 40’s pero vistiendo como en sus ‘late 20’s’,  nerviosos los dos pero sabíamos a lo que ibamos, estabamos en marcha. Entró a mi cuarto y se desvistió mecánicamente, dobló ingenuamente la ropa y la dejó a un lado de la cama. Tiene un cuerpo bien trabajado, hicimos lo que quedamos en hacer. Él de rodillas y yo sentado al borde de la cama, mi pantalón a los tobillos. Estabamos en marcha. Lo besé, era inevitable. Mi camisa a medio desabotonar, él totalmente desnudo y yo con mi boca en su cuello en medio de mi cama, Él respondió.

Lo contacté días después. No estaba seguro de hacerlo, los dos buscabamos algo de una sola vez. Pero valía la pena intentar una repetición. -Absolutamente, nos veremos otra vez, contestó. Esta vez nos vimos en nuestro descanso del almuerzo.  Abrí la puerta, David veía hacia el final del pasillo asegurándose que el vecino que entraba a su departamento no sospechara lo que estabamos por hacer. Descubrí que la imagen mas sexy que puede existir es un hombre vestido de traje, la camisa un poco desfajada y la corbata ligeramente suelta, un hombre con cara de harto del trabajo matinal que se resigna al resto del día pero cuando voltea a mirarte, sonríe porque sabe que te ha visto desnudo y lo haz visto desnudo y esta a punto de pasar otra vez.Y entonces levanta la mano enseñándote una bolsa de papel y dice: traje tu almuerzo.

Entiendo que toda relación debe comenzar hablando y evolucionar hasta la cama. Hacerlo en reversa es complicado y sumando que los hombres somos complicados y multiplicándolo a que un hombre homosexual es más complicado, todo esta dificultad cayó en nuestros hombros cuando cerré la puerta tras de él. Intentamos platicar pero las palabras y preguntas eran lentas y nerviosas. La única salida era complicarlo más y David me dijo que mi risa nerviosa era lo mejor que había escuchado en varios días. Ahí estabamos complicándolo todo mientras tomaba el almuerzo de su mano y lo ponía donde fuera y pasaba mi brazo por su cintura y se acercaba a mi. Lo estábamos complicando aunque en ese momento no lo sabíamos, en algún momento meses después todo se volvería difícil. Lo diría él, no yo. Esto es muy difícil para mi, entiende, me dijo la última vez que lo ví.

La bolsa del almuerzo cayó al suelo sin que lo notaramos porque para entonces estabamos desnudos en mi cama. Tomé su mano y la puse detrás de su cabeza. Y ví sus ojos,  las arrugas a un lado de sus ojos verdes. ¿Es posible besarlo en sus ojos? Sería demasiado estúpido, romántico pero estúpido. Juego un poco con su cuello, y veo las pecas que bajan a su pecho. -Si, soy demasiado blanco, lo sé. – Y yo demasido oscuro, le dije, – Creo que eso es atractivo – Y yo creo que tus pecas son atractivas. Sonríe. Paso mi lengua a todo lo largo por su brazo que sujeto y cuando llego a la axila reacciona y dice que ha sido un largo día y eso no sería una buena idea. Sonrío  -yo no acostumbro a halagar demasiado, así que no te voy a decir que el olor de tu sudor me tiene loco después de decirte que me gustan tus pecas, no lo voy a hacer. Me sonríe y paso mi boca por sus vellos bajo el brazo y lo toco ligeramente con la punta de la lengua. Suelta un gemido.

Cambiamos de lugar, y hacemos exactamente lo mismo con papeles invertidos. David recorre los vellos en mi pecho.

-Me podría acostumbrar a esto. dije – No puedo dejar que te acostumbres.

-¿Por qué? – Simplemente no puedo, contestó.

Levanto su cara y le doy un beso.

– Casado? – ¿Ves algún anillo en mi mano?  -No.

Su boca en mi estómago.

– ¿Pareja? -Cumplimos 15 años en 3 meses.

Me detengo, abro los ojos y veo la extrema blancura de su cara contra mi costado. ¿Acaso después de todo, este cuerpo puede tener un defecto? ¿Importa? no lo sé. Entonces su lengua toca mi ingle.

Cierro los ojos.

Conocí a N.  por un sitio de internet.

Quedamos  de ir a cenar a un restaurante italiano que queda en un punto medio entre los dos. Por su perfil en el sitio, yo ya sabia mucho de él, al contrario mi perfil no daba mucha información. Definitivamente yo sería el que haría más plática porque siendo el extranjero soy el que tiene las cartas en la mano: hablando de mi país, de mi familia, que hago aquí, de como funciona ser gay de donde vengo, que si también somos promiscuos allá, etc. Sorpresivamente nos llevamos muy bien desde un principio. No puedo explicar esa conexión que tienes con ciertas personas y que tiene mucho que ver con el momento. Simplemente hicimos click. Fisicamente no me lleve ninguna sorpresa, era tal y como se veía en las fotos, aunque si le note mayor edad, aunque es común que gente que pasa de los 30 se quite unos años de encima. La plática y el vino fluía. Nos dirigimos a otro bar de la zona y seguimos charlando. Para ese momento sentí tenía un nuevo amigo, una meta que ya me había propuesto y un límite que ya me había fijado después de leer su perfil en internet.

Lamentablemente N. pensó en mi diferente. Vio una posible relación. Después de la segunda salida, empezó a darme indirectas y directas de la atracción. Después de ir a tomar unas copas  a un bar gay de la ciudad, justo en el estacionamiento de mi casa, fue que tuve que mentirle la primera vez. Tenía que ponerle un alto pero mas bien solo fue un «hay que ir más despacio». No sabía como poner las cosas sin hacerle daño. Le dije que las cosas debían tomar su tiempo, que no era el momento para saltar a una relación para ninguno de los dos. Él, aún viendo una posibilidad, aceptó con la condición de seguir tratando. No me quedó mas remedio que darle segundas falsas esperanzas.

N. es seropositivo. Lo sabía desde un principio y él me lo dijo mientras ibamos a un restaurante en la tercera cita. Lo dijo en un tono normal, sin darle mayor importancia al asunto. Después de varios meses de salir como amigos, N. prefirió mantener la amistad y no seguir tratando de formar una relación. Ahora somos muy buenos amigos.

Sin embargo, me quedé pensando en mi decisión. Una cosa es cierta, N. no me atrae como hombre, ni el sentido físico ni romántico. Pero que tanto jugó el hecho de que es VIH+ en todo el asunto? Si me pongo a pensar, y creo que esto cubre a la mayoría de nosotros, las parejas serodiscordantes son aún muy raras, cuesta mucho quitarnos el miedo al contagio a pesar de que la comunidad médica dice que la convivencia de estas parejas es posible con una posibilidad de transmisión casi nula.  Es ese «casi» lo que nos detiene?

N. esta saliendo con P., es  un muy buen tipo, me agrada, es 8 años menor que él. También es seropositivo.

No es mi intención ofender a nadie con este post.

Saludos.

H.

Ultimamente…

julio 28, 2010

Cuando le preguntaron a José Saramago cual era la razón por la que los escritores optaban por esa profesión, él contestó llanamente: ‘el escritor escribe para que lo quieran’.  Su razonamiento tenía que ver con lo obvio, el escritor necesita ser leído para sentir su creatividad consolidada . La frase me rondó por mucho tiempo porque en ese entonces ponía todos mis pensamientos y sentimientos en papel. En un cuaderno de pastas duras algo descuidado por traerlo de arriba a abajo y ligeramente abierto por tanto uso, ahí estaba yo resumido, esperando. Esperando a alguien dispuesto a tomar mis notas,  leerlas cuidadosamente y al terminar me diría que quiere estar conmigo a pesar de lo mediocre,  indeciso y cualquier defecto que se me pueda agregar. El querría estar conmigo. Me apena confesar esto pero supongo que todos soñamos despiertos.

Ultimamente he tenido varias citas,  primero S hace un par de meses , luego D quien terminó siendo un one night stand, a veces como con B y siempre estamos en contacto por teléfono, a CL lo conocí el fin de semana pasado y ya tengo planeado un cafe con N para el proximo martes, además de esa extraña pero adictiva relación que tengo con C. Es oficial: padezco de esa necesidad de ser querido.

Ninguno de ellos terminará en una relación de pareja, con dos de ellos no me veo en esa situación, con otro él no me considera su tipo, con otro todo terminó siendo físico y a pesar de que siento algo muy fuerte por C, esa relación no parece tener algún futuro. Siento que todos somos inmaduros en cuestión de citas, no pasamos por ese calvario de la adolescencia donde un muchacho heterosexual puede lidiar con el flirteo, las hormonas y el lidiar con otra persona para desarrollar una relación de pareja. En mi experiencia, yo nunca tuve ese «fogueo» por ponerle un nombre.

Siento que esto es una combinación de esa necesidad de una relación de pareja además de la inmadurez de la que gran parte de los homosexuales somos victimas.  Como dice una canción… «We’re just a million little god’s causin rain storms, turnin’ every good thing to rust.»

[Llamada telefónica entre dos amantes homosexuales que se reencuentran después de un año sin verse]

Luis Sebastián, me dijo, tengo algo muy importante que contarte. Ya me lo dirás cuando llegues, dije yo. Es algo que quería contarte hace tiempo, dijo. Su voz sonó inusualmente desamparada. En ese momento comencé a sospechar que algo pasaba, que Piel Divina no me había llamado sólo porque quisiera verme o porque necesitara que le prestara dinero. ¿Qué pasa?, dije, ¿Qué ocurre? Sentí cómo la última moneda entraba en la panza del teléfono público, un ruido de hojas, de viento levantando hojas secas, un ruido como de cables enredándose y desenrédandose y después deshaciendose en la nada. Miseria poética.

Poema Sion

No tengo, o al menos no quiero tener, el objetivo de desacreditar a nadie en esta entrada. Sin embargo creo que va siendo hora de ponerme a meditar en el asunto. Me ha llamado la atención la gran cantidad de hombres que acuden al gimnasio o «gym». Eso no tiene nada de maravilloso ni cuestionable, sí pensamos que una vida saludable es derecho y obligación de todos nosotros, y la vanidad es, al fin y al cabo, común en el ser humano.

Ahora, cuando tomamos esta nueva tendencia de vida citadina y la colocamos sobre la comunidad gay, de alguna manera me preocupo, trato te tomar el tema como fenómeno social a pensarlo en una cuestión personal. Al parecer la insignia de nuestra comunidad no es el arcoiris (creada en los 70’s) sino la superficialidad. La incapacidad de crear lazos fraternales debido a lo incógnito y anónimo de forma de vida, la testosterona que nos hace rendir un culto a lo sexual y físico sobremedido, la facilidad y frialdad del sexo homosexual, la etiqueta puesta sobre el gay de: exitosos profesionalmente debido a la falta de familia. Todas ellas grandes verdades. Me hacen pensar que son la causa de nuestra superficialidad.

Mi preocupación reside en el hecho de que se haga definitivo el requisito de ser «atlético» para poder aspirar a una  relación sentimental. Pensé que el fenomeno sólo ocurría en las páginas de perfiles gay (que son más bien páginas de encuentros)  y en chats; aunque de entrada no podríamos esperar alguna cosa seria en estos sitios pero la inicial premisa que mucho promete de «Busco una relación seria con alguien honesto, sincero, maduro, que quiera compartir su vida…» se desvirtua cuando leemos el final de la plegaria virtual «…que sea guapo, atlético y bien osea cero nacos. Gracias». Pensando que el siguiente escenario para conocer gente, los bares y/o cafés gay, son ambientes stupid-hollow-people-free, no es así. Acepto que es necesario una atracción física para iniciar un contacto pero el descartar alguien a quien no cumple con el checklist de: guapo con sixpack, brazos gruesos, torax fuerte y definido, piernas marcadas, espalda ancha, se me hace tonto, y mucho más para los que presumimos que no buscamos una belleza externa sino interna.

Creo que mi comentario sería repudiado por todos, ya que alegarían el derecho a los gustos físicos de cada quien, y obviamente un cuerpo escultural y definido es considerado como atractivo por la inmensa mayoría. Sin embargo creo que esa delgada línea de los gustos personales ha sido superada y nos ahogamos cada vez más en el estereotipo que nos hemos impuesto. Y es que el gran porcentaje de la comunidad homosexual tiene un retraso de madurez debido al closet en el que nos guardamos por años.

Obviamente hay un miedo personal que me mueve a escribir esto porque como supondran no pertenezco a esta nueva ola de adictos al gym. Veo cada vez más lejana la posibilidad de encontrar una relación sentimental ya no satisfactoria, sino una relación formal tan siquiera. Toda toma de partido en un tema inicia con la afectación personal, por supuesto.

Viene a mi mente HV. un amigo mío gay que frecuento muy poco,  un muchacho con sobrepeso y con un autoestima baja, se quejaba del ambiente gay frívolo y superficial y la necesidad de una pareja, es una persona buena pero con cierto trauma debido a eso. Lo encontré ayer después de un año de no verlo, bajó 20 kilos de peso, entró al gym y ahora luce un cuerpo como él mismo le llama «atlético», sus ánimos están renovados y dice que se considera fuera del ambiente, – me molestan todos los putos y su comunidad tan estúpida e inmadura – dice, le expuse mi idea acerca del fenómeno gym. Me dijo, algo molesto, qué no formaba parte de esa corriente, lo hizo por y para él, antes se sentía descontento con su cuerpo e inevitablemente deprimido, no le gustaba verse al espejo y con un sentimiento constante de derrota. Entendí. Se le notaba el cambio de actitud. Fue entonces que lo felicité pero no por lo bien que se veía sino por el triunfo personal que eso significaba, el saberse capaz del esfuerzo, la disciplina, vencer al reto de mediano plazo. Ahora sabe que es capaz de muchas cosas, la confianza  se ve en sus ojos. Me dio gusto por él. Será que esta es la cara que debería yo ponerle a esto de gay-going-to-the-gym?

Por mi parte creo que retrasaré lo más que pueda ceder a la tendencia, me siento sano con mi rutina de ejercicio actual. No me considero una persona desesperada por sentirme «aceptado» por los demás en cuestión física – y espero nunca estarlo. Pero bueno, uno nunca sabe. Si es así, espero tomar la actitud de mi amigo HV.

Saludos.

H.

Hermosa es la puta de Closingtown, hermosa. Negros son los cabellos de la puta de Closingtown, negros. Hay decenas de libros en su habitación, en el primer piso del saloon, que lee mientras espera, historias con un principio y un final, si se lo pides, te las contará. Joven es la puta de Closingtown, joven. Al tenerte entre sus piernas te susurra: amor mío. Decía Shatzy que costaba como cuatro cervezas. Sed de ella en los pantalones de toda la ciudad.

Ateniéndonos a los hechos, ella fue hasta allí para ser maestra. Habían convertido la escuela en un almacén, desde que se marchara la señorita McGuy. Y, en un momento dado, llegó ella. Lo arregló todo y los chiquillos empezaron a comprar libretas, lápices y todo lo demás. Según Shatzy, sabía lo que se hacía, y utilizaba libros comprensibles. Incluso hasta los muchachos mayores le encontraron el gusto, iban cuando podían, la maestra era hermosa, y al final conseguían leer las frases escritas bajo los rostros de los bandidos, los que colgaban en la oficina del sheriff Se trataba de chicos que ya eran hombres. Ella cometió el error de quedarse, a solas, con uno de ellos en la escuela vacía, una tarde cualquiera. Se abrazó a él, e hicieron el amor con todas las ganas del mundo. Después, cuando aquel asunto dio en saberse, los hombres habrían hecho oídos sordos, pero las mujeres dijeron que era una puta, y no una maestra.
En efecto, dijo ella.

Cerró la escuela y empezó a trabajar al otro lado de la calle, en una habitación del primer piso del saloon. Sutiles son las manos de la puta de Closingtown, sutiles. Se llamaba Fanny. Todos la querían, pero sólo uno la amaba, y era Pat Cobhan. Se quedaba abajo, bebía cervezas, y esperaba. Cuando había terminado, ella bajaba.
Hola, Fanny.
Hola.
Iban arriba y abajo, desde el principio hasta el final de la ciudad, agarrados, en la oscuridad, y hablando de aquel viento que nunca cesaba.
Buenas noches, Fannv.
Buenas noches.

Pat Cobhan tenía diecisiete años. Verdes eran los ojos de la puta de Closingtown, verdes. Si quieres entender su historia —decía Shatzy— tienes que saber cuántos disparos tenía en aquel tiempo un revólver. Seis. Ella decía que era un número perfecto. Piénsalo. Y haz sonar ese ritmo. Seis disparos, uno dos tres cuatro cinco seis. Perfecto. ¿No oyes el silencio, después? Ése sí que es un silencio. Uno dos tres cuatro. Cinco seis. Silencio. Es como una respiración. Cada seis disparos es una respiración. Puedes respirar rápidamente, o lentamente, pero cada respiración es perfecta. Uno dos tres cuatro cinco. Seis. Respira el silencio, ahora.
¿Cuántos disparos tenía un revólver?
Seis.
Y entonces te contaba aquella historia.

Pat Cobhan ríe por lo bajo, con espuma de cerveza en la barba y olor a caballo en las manos. Hay un violinista que toca y que tiene un perro amaestrado. La gente le tira una moneda, el perro va a recogerla y luego vuelve hacia su amo, caminando sobre las patas traseras, y le mete la moneda en el bolsillo. El violinista está ciego. Pat Cobhan ríe.

Fanny trabaja, en el piso de arriba, con el hijo del pastor entre sus piernas. Amor mío. El hijo del pastor se llama Young. Se ha dejado la camisa puesta y tiene el pelo negro bañado en sudor. Algo parecido al terror, en sus ojos. Fanny le dice Fóllame, Young, pero él se pone rígido y se escapa de las piernas abiertas —medias blancas con fino encaje hasta encima de las rodillas, y luego nada más. El no sabe adónde mirar. Le coge una mano y se la frota sobre su sexo. Sí, Young, dice ella. Lo acaricia, Eres guapo, Young, le dice. Se lame la palma de la mano, mirándolo a los ojos, y luego vuelve a acariciarlo, rozándolo apenas. Venga, dice Young. Venga. Ella aprieta en la palma de la mano su sexo. Él cierra los ojos y piensa No debo pensar. En nada. Ella se mira su mano, y después el sudor sobre el rostro de Young, sobre el pecho, y después su propia mano deslizándose sobre su sexo. Me gusta tu polla, Young, quiero tu polla. Él está de lado, apoyado sobre un brazo. El brazo tiembla. Ven, Young, dice ella. Él tiene los ojos cerrados. Ven. Él se vuelve por encima de ella, y arremete entre las piernas abiertas. Así, Young, así, dice ella. Él abre los ojos. En los ojos, algo parecido al terror. Hace una nueva mueca, y se sale. Espera, Young, dice ella, cogiéndole la cabeza entre las manos y besándolo. Espera, dice él. Pat Cobhan ríe, en el piso de abajo, y echa una ojeada al reloj de péndulo, tras la barra. Pide otra cerveza y juega con una moneda de plata, intentando mantenerla en equilibrio sobre el borde del vaso vacío.

¿Quieres casarte conmigo, Fanny?
No digas tonterías, Pat.
Lo digo en serio.
Para ya.
¿Yo te gusto, Fanny?
Sí.
Tú me gustas, Fanny.
La moneda cae dentro del vaso, Pat Cobhan le da la vuelta al vaso, cae la moneda, sobre la madera de la barra, y gotea un resto de cerveza, líquido y espuma. Coge la moneda y la seca en sus pantalones. La mira. Le entran ganas de olerla. La deja de nuevo sobre el borde del vaso. Echa una ojeada al reloj de péndulo. Piensa: Young, hijo de puta, ¿quieres acabar de una vez? Dulce es el perfume de la puta de Closingtown, dulce.

Alessandro Baricco.